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«La amistad, lo mejor de la poesía» – Apertura Guetap – 11.12.15

Apertura del programa «Guetap» -11/Diciembre- con Francisco Urondo. Conducido por Reynaldo sietecase en Radio vorterix.

Tengo los mejores amigos de la tierra y
los quiero de corazón, con toda mi mala memoria: ellos
sufren las angustias y las revelaciones
de esta época torva que nos toca vivir.
Qué daría por verlos fundamentalmente
alegres y despreocupados, pero nadie tiene el dinero
suficiente. A veces, cuando nos sentamos
a charlar y a tomar un poco de vino, se terminan
por un rato las catástrofes, se diluyen
con el calor del humo.
Nuestra base de operaciones suele ser un viejo
despacho de bebidas, anexo a un almacén. Allí
los parroquianos se conocen de vista, a veces han conversado
alguna cosa; un borracho debe ponerse
demasiado cargoso para que terminen por echarlo. Las mujeres (tengo
algunas amigas) son respetadas, pero nadie
deja de mirarlas (y no me excluyo) con alguna maliciosa
codicia, con ese candor de las criaturas
del alcohol, con esa implacable bondad.
(…)
Algunos se han divorciado, otros se han vuelto a casar, algunos
viven solos y yo no sé si unos u otros
han dado en el clavo. Edgar, por ejemplo, que sonríe
o se enoja o se distrae. O César que viaja tanto
por España, flotando sobre una marejada
de imperceptible impaciencia; no sé si han dado en el clavo. Julio
con su manada de mujeres, o los dos Carlitos; Rodolfo, grande
como un chico. Sergio y su violín y sus desmayos
en las tribunas de fútbol, no sé si han dado en el clavo. No sé
qué será de nosotros, ni de los amigos perdidos o lejanos
como Raúl Gustavo o el otro Rodolfo o Ramiro. Nadie sabe
si hemos dado en el clavo, si tuvimos ganas de hacerlo, si este
fue nuestro fin de semana, nuestro réquiem, nuestro reñidero.
Es gente de lo mejor que hay por allí y todo el mundo
debería ofrecer años de vida por conocer a Juan o a Noé o a cualquiera
de ellos: volcados
ciertamente sobre la vida, respirando
este aire que enriquecen, me sonríen
y se levantan a tocar los augurios buenos o malos, a golpear
diariamente los tobillos
de la realidad. A dar gracias por nuestra suerte.

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